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domingo, 20 de diciembre de 2015

Me and Earl and the Dying Girl (2015)



Mientras llega un nuevo día, voy resumiendo mis aventuras en el microcosmos de mi vida. Sus innumerables y constantes circunstancias que evolucionan, y mutan nuestros caminos. Continuar con la vida en soledad es el destino de la persona que  todavía no suelta el amor. Dejar ir es algo que no nos enseñaron ni en la escuela, ni en la vida. La mente olvida pero el alma se quema para siempre.   El olvido se lo vive en el presente. La desolación del corazón es una playa interminable bajo el sol. Las cosas perduran en la eternidad del tiempo.

Las frustraciones, los fracasos de la vida, la necedad encadenada a la piedra del destino. La oscuridad que acompaña a la derrota trae un vacío incompresible.  La muerte es cuando el amor se va, cuando no puedes abrazarlo, cuando no puedes franquearlo. Los problemas de la vida la lucha por el dinero efímero. La lucha por lo que más queremos nos desgasta, aprendemos a alejarnos del fuego que nos quema o a quemarnos en el. Expresar lo que sentimos, lo que nos duele, es bregar olas del vasto mar que surcamos. A la larga, el amor es lo único que nos hace vivir, sentir la vida.

La vida es única y es lo más preciado que tenemos. Estar al lado de una persona que está lastimada no es  fácil. Una persona, cualquier ser humano de este planeta que no conocemos. Todos estamos marcados de alguna forma por un destino particular un devenir que evadimos constantemente. La verdad. Hay cosas en nosotros que no podemos cambiar pero si podemos aprender a moldearlas con las experiencias de la vida. Somos quien somos después de todo. Si tomamos nuestras decisiones con el corazón, caemos en un abismo sin final. A veces los golpes interminables que trae la vida,  nos cambian y nos definen irrevocablemente. Las heridas que tenemos dentro del alma no las podemos curar fácilmente. Somos esculturas de piedra abandonadas en el pasar del tiempo.

Los momentos más oscuros de nuestras vidas son necesarios, la luz siempre espera al otro lado del túnel, es un proceso largo, que toma tiempo. El tiempo es un cadalso demasiado vasto, nuestras historias y circunstancias son demasiado pequeñas para la perspectiva eterna que tiene el tiempo. El tiempo es la panacea del amor, el  amor es la panacea de la vida. El desapego es la entrada en la máquina del tiempo. La aventura de la vida, la metáfora de un barco en alta mar. Cada nuevo día es una página sin escribir. Afrontar la vida, sus batallas y derrotas es lo único que queda por hacer. Salir del determinismo con  intuición y valentía. Aprender a vivir, con nuestros errores amargos, con los aciertos sutiles,  nos fijamos más en nuestros errores que en nuestras virtudes.


 Debemos aprender a apreciar a las personas que nos rodean a valorar la amistad.
Somos seres que habitamos, producimos, creamos, trabajamos y vivimos. No obstante, somos seres de emociones que sienten pero también que lastiman. La raza humana en su paradoja,  una raza que se auto- destruye se auto mutila para sobrevivir, para seguir perfeccionándose y evaluarse  para ser una mejor versión sin embargo,  en el intento el precio que pagamos es inmenso. Una humanidad de benevolencia que destruye para curar, lastima para estar mejor.  A la larga, nos dejamos arrastrar por lo que la masa dice y hace. Esa conformidad mundial pretexto del pesimismo y la depresión. La palabra, la expresión literaria es una forma de entender mejor el mundo, a las personas.  El olvido del tiempo en el que vivimos.

De la novela de Jesse Andrews, publicada en Marzo del 2012, llega la película escrita por la misma Andrews,  dirigida por Alfonso Gómez Rejón, 6 de Noviembre 1972. Un guion espectacular, sui-géneris, humano, representado por cualidades de igualdad y de compasión  hacia las personas que sufren de enfermedades terminales. A las personas en general. El  director nos presenta esta película ácida en su esencia. Un chico todavía adolescente se encarga de ser un apoyo para una chica que va a su mismo colegio. No sabe bien quién es. Una amistad se da con todas sus caras y realidades. Al margen de la muerte,  de un epitafio escrito en la piedra.

Santiago Salvador 
2015